Pericias psicológicas que deciden destinos: ¿qué pasa cuando el perito no sabe psicología del testimonio?

En el Perú, miles de decisiones judiciales se basan en pericias psicológicas realizadas por profesionales sin formación en psicología del testimonio. Este artículo analiza las graves consecuencias de esta brecha técnica y revela cómo errores metodológicos pueden determinar condenas, absoluciones o medidas que afectan profundamente la vida de víctimas e imputados.

Datos del Autor: Ps. Paolo Antonio Castillo Mendizábal (C.Ps.C. N°62446, ORCID ID: 0009-0003-1104-7058) Psicólogo peruano especializado en psicología criminal y clínica, con una destacada trayectoria académica.  Contacto: +51962707026. CV Clínico y CV Forense

En el sistema judicial peruano, las pericias psicológicas tienen un peso determinante. No se trata de documentos secundarios: sus conclusiones pueden dictar la libertad o prisión de una persona, el destino de una familia, la credibilidad de un niño o la legitimidad de una denuncia. El informe psicológico, bien o mal elaborado, se ha convertido en una pieza fundamental de la maquinaria judicial.

Pero esta centralidad encierra un riesgo profundo: una gran parte de las pericias en el Perú se realizan sin que el perito tenga formación sólida en psicología del testimonio, en memoria, en trauma, en sugestibilidad infantil o en metodología forense. Muchos profesionales, incluso con buena intención, manejan conceptos clínicos como si fueran equivalentes al análisis forense, y elaboran conclusiones que carecen de sustento científico para responder preguntas judiciales.

Esto no es un fallo individual: es un problema estructural que afecta fiscalías, juzgados, equipos multidisciplinarios, comisarías, DEMUNAs y consultorios externos. El sistema ha normalizado que cualquier psicólogo —sea clínico, educativo, organizacional, egresado reciente o profesional sin actualización— pueda elaborar pericias que definirán el curso de una investigación. No se exige especialización, certificación, supervisión ni recertificación periódica.

Así, la pregunta que guía este artículo es urgente:
¿Qué ocurre cuando un perito que no conoce psicología del testimonio realiza una evaluación que definirá la vida de un niño, de un adulto, de un imputado o de una familia?

La respuesta no es cómoda.
Pero es necesaria.


1. El error estructural: confundir psicología clínica con psicología forense

La mayoría de psicólogos peruanos que realizan pericias provienen de formación clínica. Esto es comprensible, porque las universidades no ofrecen formación forense estructurada ni cursos obligatorios en psicología del testimonio. Sin embargo, esta ausencia de preparación produce un error conceptual grave: asumir que evaluar para un tribunal es lo mismo que evaluar en consultorio.

Un psicólogo clínico busca comprender emociones, aliviar dolor, facilitar la expresión, fortalecer narrativas y promover insight.
Un psicólogo forense busca pruebas conductuales, evidencias narrativas, indicadores cognitivos, patrones evolutivos y elementos técnicamente validables.

El clínico explora.
El forense delimita.
El clínico interpreta.
El forense fundamenta.
El clínico acompaña.
El forense evalúa.

Pero muchos peritos desconocen esta diferencia esencial. Como consecuencia, aplican pruebas sin pertinencia, interpretan emociones como evidencias, consideran la coherencia narrativa como indicador de veracidad o realizan entrevistas que fomentan la sugestión.

El resultado: pericias elegantes en lenguaje, pero pobres en metodología; informes extensos en discurso, pero vacíos en ciencia.


2. La psicología del testimonio: el pilar ausente en la práctica pericial peruana

La psicología del testimonio estudia:

  • cómo recordamos,
  • cómo olvidamos,
  • cómo el trauma afecta la memoria,
  • cómo la sugestión altera recuerdos,
  • cómo los niños narran hechos,
  • cómo se distorsiona un relato,
  • cómo la presión emocional modifica declaraciones.

Sin este conocimiento, es imposible realizar pericias válidas en delitos donde el testimonio es protagonista: abuso sexual, violencia familiar, trata, amenazas, coacciones, conflictos de custodia, etc.

Pero la realidad peruana es esta:

  • La mayoría de peritos no ha leído investigación contemporánea sobre memoria.
  • Muchos desconocen las diferencias entre memoria episódica, semántica y autobiográfica.
  • Se ignoran fenómenos como memoria implícita, confabulación o efectos de repetición de entrevistas.
  • Se desconoce la literatura sobre sesgos del entrevistador.
  • Se confunde la emoción con la veracidad.

Cuando un perito ignora estos elementos, no puede analizar ni la calidad ni la validez del testimonio. Solo lo describe.

Y describir no es evaluar.


3. Las consecuencias de aplicar pruebas psicológicas inadecuadas

Una de las prácticas más comunes en peritajes deficientes es el uso de pruebas clínicas para responder preguntas forenses. Esto incluye instrumentos como:

  • Inventarios de depresión o ansiedad,
  • Test proyectivos,
  • Dibujos,
  • Pruebas que no evalúan memoria ni trauma,
  • Tests sin adaptación peruana,
  • Baterías sin pertinencia jurídica.

Cuando se aplican estas pruebas para sustentar conclusiones como:

  • “existen indicadores de abuso”,
  • “el relato es creíble”,
  • “presenta afectación severa”,

se comete un error metodológico grave.
La prueba clínica no puede responder preguntas legales.

Aún así, este es el estándar predominante en muchas instituciones.

El problema no es el instrumento.
El problema es el uso forense indebido del instrumento.


4. El peso desproporcionado de un informe psicológico en decisiones judiciales

Un informe psicológico deficiente puede definir:

  • si un menor es separado de su familia,
  • si un padre pierde custodia,
  • si un hombre es enviado a prisión,
  • si una denuncia se archiva,
  • si un niño es considerado víctima creíble,
  • si una medida de protección se dicta,
  • si un proceso penal se formaliza.

Así, una evaluación metodológicamente incorrecta no es solo un error académico: es un acto de violencia institucional con efectos reales en vidas humanas.

El sistema judicial peruano confía ciegamente en la pericia psicológica, aun cuando:

  • no revisa metodología,
  • no exige citación de fuentes,
  • no evalúa validez,
  • no solicita indicadores de razonamiento clínico,
  • no compara con estándares internacionales.

Esta confianza automática convierte a la pericia en una herramienta de poder que, usada incorrectamente, puede destruir vidas.


5. La Cámara Gesell y la ilusión de cientificidad

Muchos peritos creen que realizar la entrevista en Cámara Gesell garantiza validez.
Pero la validez depende de la técnica, no del vidrio.

Si el entrevistador:

  • sugiere información,
  • refuerza respuestas,
  • presiona al menor,
  • repite preguntas,
  • interpreta mal silencios,
  • introduce hipótesis,
  • utiliza un tono directivo,
  • carece de neutralidad emocional,

entonces la entrevista es inválida, aunque se realice en un espacio técnicamente acondicionado.

La Cámara Gesell puede registrar —con nitidez perfecta— un error metodológico de principio a fin.

Pero si el juez no conoce psicología del testimonio, asume que la grabación “certifica” la calidad.
El video solo certifica que ocurrió una entrevista.
No certifica que esa entrevista sea científica.


6. La ausencia de supervisión técnica: un sistema que nunca corrige sus errores

En países con sistemas forenses avanzados, los peritos:

  • reciben supervisión mensual,
  • revisan grabaciones,
  • corrigen errores técnicos,
  • ajustan su metodología,
  • integran retroalimentación especializada,
  • son evaluados periódicamente.

En el Perú ocurre lo contrario:
nadie revisa al perito.

Un psicólogo puede repetir errores durante años:

  • entrevistando mal,
  • aplicando pruebas sin pertinencia,
  • concluyendo sin evidencia,
  • confundiendo indicadores,
  • redactando informes ambiguos.

Nunca es observado, corregido ni evaluado.

La ausencia de supervisión fomenta una cultura de impunidad técnica:
si nadie revisa, nadie exige calidad.


7. El perito como instrumento del sistema, no como científico independiente

Muchos fiscales esperan que el psicólogo:

  • confirme hipótesis,
  • respalde denuncias,
  • valide acusaciones,
  • interprete comportamientos según su teoría del caso.

El psicólogo forense, mal formado, cae en este juego institucional y termina convirtiéndose en:

  • operador emocional del fiscal,
  • legitimador pseudocientífico,
  • confirmador de narrativas,
  • herramienta para sustentar medidas.

La independencia técnica se pierde.
La psicología deja de ser ciencia y se convierte en trámite.

Un perito que no conoce psicología del testimonio es fácilmente instrumentalizable.


8. Los errores más comunes del perito sin formación en testimonio

Aunque aquí no usaré listas cortas, es importante explicar en profundidad las fallas típicas.

Un perito sin formación suele interpretar la coherencia narrativa como veracidad. Cree que si un niño narra sin contradicciones, dice la verdad; y si se contradice, miente.
La realidad científica demuestra lo contrario: las contradicciones son comunes en relatos veraces, especialmente cuando hay trauma o estrés.

Otro error frecuente es atribuir “indicadores” de abuso basados en emociones, dibujos o reacciones observadas, cuando la literatura especializada insiste en que no existen indicadores psicológicos específicos del abuso sexual infantil.

Asimismo, muchos peritos suponen que la afectación psicológica demuestra la ocurrencia del hecho. Confunden consecuencia con causa. Una persona puede estar emocionalmente devastada por múltiples motivos, no exclusivamente por abuso.

La confusión entre diagnóstico clínico y análisis forense es otro error recurrente: diagnostican TEPT sin criterios o suponen que la ausencia de TEPT prueba que no ocurrió abuso.

Estos errores no son anecdóticos: son comunes y afectan procesos judiciales cada día.


9. ¿Por qué se cometen tantos errores periciales en el Perú?

Porque el sistema no exige saber psicología del testimonio para evaluar testimonios.
No exige saber trauma para evaluar trauma.
No exige saber metodología forense para producir informes.
No exige especialización, ni certificación, ni recertificación.

Además, el Estado produce una narrativa peligrosa:
“el psicólogo sabe de emociones, por lo tanto sabe evaluar testimonios”.

Esto es falso.
Evaluar testimonios es una especialidad técnica, compleja y rigurosa.

Pero mientras el sistema asuma que cualquier psicólogo puede hacerlo, los errores continuarán.


10. El costo humano: vidas decididas por pericias técnicamente inválidas

Cuando un perito sin formación en psicología del testimonio redacta un informe deficiente, el daño no es académico.
Es humano.

Un padre inocente puede perder contacto con su hijo.
Una madre puede ser separada injustamente.
Un niño puede cargar una narrativa sugerida.
Un agresor puede ser absuelto porque la pericia fue mal realizada.
Una víctima genuina puede ser considerada no creíble.

Cada error pericial tiene un costo existencial.

La justicia peruana se está construyendo sobre informes psicológicos que muchas veces carecen de validez científica.
Esto no es un problema técnico.
Es una falla ética estructural.


Conclusión

Las pericias psicológicas en el Perú deciden destinos. Definen quién es creíble y quién no, quién es una víctima y quién no, quién merece protección y quién será sancionado. Sin embargo, la mayoría de estas evaluaciones se realiza sin formación sólida en psicología del testimonio, sin metodología científica clara y sin supervisión técnica.

El resultado es un sistema que produce decisiones judiciales basadas en evidencia psicológica insuficiente o incorrectamente interpretada. Si el perito no conoce cómo funciona la memoria, cómo influye la sugestión, cómo entrevistar sin contaminar, cómo analizar un relato o cómo diferenciar emoción de veracidad, entonces la pericia no es un producto científico: es un documento vulnerable que puede conducir a errores irreparables.

La psicología forense peruana necesita una reforma profunda: certificación nacional, capacitación obligatoria, supervisión constante, auditorías técnicas y protocolos basados en evidencia científica. Hasta que ello no ocurra, seguiremos tomando decisiones judiciales basadas en informes bien redactados pero metodológicamente débiles.

Y cuando una pericia está mal hecha, no es solo un error profesional: es una injusticia.


Bibliografía

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  • APSAC Handbook.
  • Ministerio Público – Lineamientos vigentes.
  • Jurisprudencia de la Corte Suprema en valoración de pruebas periciales.

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